Con motivo del décimo aniversario de Azvalor, Álvaro Guzmán de Lázaro, Socio Fundador y Codirector de Inversiones, visitó el programa de radio Tu dinero nunca duerme para repasar la historia y hablar del futuro de la gestora value. De esta década, destacó principalmente el hecho de haber conseguido ser “un refugio para los ahorros de las familias”, al multiplicar por casi tres el patrimonio de los partícipes desde 2015. “Detrás de esa rentabilidad hay historias reales —personas que han podido cumplir objetivos vitales gracias al ahorro invertido con nosotros—, y eso es lo que da sentido al trabajo”, subrayó. Esa rentabilidad, recordó, se ha logrado sin recurrir al apalancamiento ni a la deuda, invirtiendo en “buenas compañías, con gestores honrados y con visión de largo plazo”. A ello se suma el impulso de iniciativas solidarias, como el fondo Davalor, que ha canalizado más de cuatro millones de euros hacia proyectos humanitarios en África “sin estructura de costes ni intermediarios”.
A lo largo de estos años, Azvalor ha construido una empresa sólida y profesional, con presencia en Madrid y Londres, sujeta a los más altos estándares regulatorios. Álvaro resumió la etapa con “una sensación de profundo agradecimiento” hacia los inversores, empleados, proveedores y reguladores que han hecho posible el proyecto. “Montar una empresa es difícil; hacerlo en el ámbito financiero, aún más. Pero con trabajo y fe hemos llegado hasta aquí”, afirmó.
El logro principal de la firma en estos años, a nivel estructural, ha sido el desarrollo y aplicación del Método Azvalor representa la evolución natural de una filosofía de inversión asentada en el análisis riguroso y la cooperación. Se trata de un sistema de trabajo colectivo, donde cada decisión pasa por un proceso de debate y contraste de ideas entre un equipo de varias personas que analizan en base a un mismo proceso, aportando cada uno la riqueza de su visión particular. Este método pone el énfasis en la investigación profunda, la independencia de criterio y la disciplina en la ejecución, integrando además la información que aportan traders, analistas y socios en más de quince países. Es, en palabras de Álvaro, “un modelo sostenible, porque descansa en un equipo, no en personas individuales”.
Sobre el estilo de inversión de Azvalor, defendió que la rentabilidad obtenida no es fruto de “ver cosas que los demás no ven”, sino de “pensar distinto sobre lo que todos ven”. Frente a la idea de que la rentabilidad exige riesgo, explicó que el “verdadero riesgo” no está en la volatilidad, sino en la falta de paciencia y de análisis. “El valor se obtiene del trabajo, de la disciplina y del horizonte temporal”, dijo, poniendo como ejemplo su inversión en mineras de cobre cuando nadie creía en el sector.
Respecto al futuro, se mostró optimista. Los fondos de Azvalor están en máximos históricos y con un potencial estimado de revalorización de hasta el 100% en el fondo internacional. Sin embargo, advirtió: “No sabemos qué pasará en seis meses o un año, ni lo necesitamos saber. Nuestro método no depende de predicciones, sino de análisis y tiempo”.
También respondió a las tesis que defienden un “nuevo paradigma” marcado por la inteligencia artificial y las compañías tecnológicas. Recordó que expresiones similares se oyeron durante la burbuja de las puntocom y que, pese a la revolución tecnológica, la valoración de las empresas sigue obedeciendo a los mismos principios: beneficios, activos y sentido común. “La IA afectará a todos los sectores, pero eso no convierte en buena inversión a cualquiera que la mencione”, apuntó.
Álvaro Guzmán de Lázaro concluyó con una idea esencial: tras diez años de independencia, disciplina y convicción, “el éxito de Azvalor no se mide solo en rentabilidad, sino en coherencia. En seguir haciendo, cada día, lo que decimos que hacemos”.
